viernes, 12 de octubre de 2018

ALTERIDAD

ALTERIDAD sérgio Trombetta Toda la obra filosófica-antropológica y pedagógica de Paulo Freire es atravesada  por la presencia de la alteridad como condición para la constitución del propio YO. El reconocimiento de la alteridad, de la diferencia, es indispensable para el surgimiento  ético-epistemológico  del yo y  también  del  otro.  Es  el diálogo con la alteridad el que permite el desarrollo de la identidad. El yo y el otro como persona-sujeto. Los textos en los cuales la temática de la alteridad se hace presente de forma más consistente son:  Pedagogia do oprimido, Pedagogia da esperança. Um reencontro com a pedagogia do oprimido y Pedagogia da autonomia: saberes necessários à prática educativa. Para Paulo Freire, el ser humano es subjetividad. Pero esa subjetividad de la persona se constituye en la relación dialógica con el otro, con la alteridad, o sea, en la intersubjetividad. La persona no es una entidad autosuficiente que se basta a sí misma. Para ser persona necesitamos del otro/a, caso contrario no lo somos. Persona es relación, es el diálogo infinito con el otro. Sin la apertura a la alteridad del otro no es posible pensar en la constitución de la subjetividad. Los seres humanos se hacen en el encuentro, en el acto de escuchar, en la comunicación y en el diálogo con los otros. Es en el reconocimiento del otro como alteridad que el yo se constituye como persona. El  humano  en  Freire,  no  es  un  ser  cerrado  en  su  egoísmo;  no  es  un  yo egocéntrico que se afirma negando al otro, prohibiéndolo de ser persona. El humano  es  subjetividad  ética  en  comunión,  diálogo  con  el  otro;  es  un  yo  capaz  de amar al otro y, a partir de este amor, luchar por justicia, que representa el culmen de la conciencia ética.

El concepto de alteridad en la obra de Freire no es una abstracción, un concepto genérico o neutro, sino que se refiere siempre al rostro, al cuerpo de los oprimidos/excluidos y a su clamor por dignidad. La alteridad tiene rostro, es el pobre, el extranjero, la mujer, los excluidos que reclaman justicia. Para Freire el otro, la alteridad tiene sobre todo una connotación positiva, pues el yo se constituye a partir del otro.  Yo existo a partir del otro. Es la alteridad ética del otro que despierta al yo de su alienación y egoísmo. Los seres humanos se hacen en el diálogo, en la comunión, en escuchar al otro. “El yo dialógico sabe exactamente que es el tú el que lo conforma. Sabe también que, constituido por un tú —un no yo—, ese tú que lo constituye se constituye a su vez, como yo al tener en su yo un tú. De esta manera, el yo y el tú pasan a ser, en la dialéctica de estas relaciones constitutivas, dos tú que se hacen dos yo” (FREIRE, 1987, pp. 165-166). Siguiendo la tradición de los pensadores de la intersubjetividad Mounier, Buber y Marcel, Freire piensa la alteridad en toda su riqueza y dignidad ética. Al contrario de Sartre quien afirma “los otros son mi infierno”, para Freire el otro es el lugar desde donde es posible comenzar, por la vía del diálogo amoroso, un proceso de humanización, de liberación y reconocimiento de la alteridad en su dignidad. El otro es mi hermano, maestro, compañero, con quien puedo aprender siempre más. Al negar la dignidad del otro, el propio yo niega a sí mismo.  El opresor se deshumaniza al deshumanizar al oprimido. No es posible deshumanizar sin deshumanizarse. Por eso el reconocimiento del otro, de la alteridad, es esencial en el proceso de liberación, en la construcción de una sociedad humanizada. Este proceso de opresión impide que los seres humanos realicen su vocación  ontológica que es la de ser más persona. Si prohíbo ser al otro, en verdad estoy negándome a mí mismo; el yo sólo consigue alcanzar su humanidad si reconoce en el otro el derecho de ser en toda su dignidad de persona. La liberación es un proyecto intersubjetivo. Nadie libera a nadie, nadie se libera solo: los hombres y mujeres se liberan en comunión, en el diálogo y en la relación ética. No es posible pensar un proyecto de sociedad democrático, justo, fraterno, si no soy capaz de reconocer al otro como otro, y aceptar al otro en su experiencia de vida, en su diferencia en relación a mí. Para  Freire  el  diálogo  es  relación  que  no  anula  la  alteridad  del  otro.  “El  diálogo tiene  significación  precisamente  porque  los  sujetos  dialógicos  no  conservan apenas  su  identidad,  sino  que  la  defienden  y  de  esa  forma  crecen  uno  con  el  otro” (FREIRE, 1992, p. 118). El diálogo es comunión, es acogimiento ético del otro, es encuentro amoroso de los hombres y mujeres que, mediatizados por el mundo, lo pronuncian, o sea, lo transforman y al transformarlo lo humanizan para la humanización de todos. Podemos decir que todo el pensamiento de Freire está atravesado por un imperativo de respeto a la alteridad del otro, su universo cultural y su mundo de la vida. Sin el respeto a la persona en su condición de unicidad, ningún proceso de revolución/humanización tiene éxito. “La asunción de nosotros mismos no significa la exclusión de los otros. Es la “otredad” del no yo, o del tú, que me hace asumir la radicalidad de mi yo”. (FREIRE, 1996, p. 46). En la lucha por un mundo con más solidaridad social y política, el reconocimiento del otro en su alteridad es indispensable. No es posible educar sin desarrollar la virtud de comprensión de la alteridad del educando; sin ponerse en la actitud de aprendizaje; sin comprender, respetar al otro. No hay pedagogía liberadora sin respeto al otro y a sus experiencias de vida y a las diversas historias que tejen nuestra existencia. El máximo respeto al otro, a las diferencias culturales es un saber fundamental al quehacer pedagógico. Mi deber ético, como persona y como educador, es expresar  mi respeto ético a la alteridad del educando con sus opciones de vida, sus elecciones. “Lo que me mueve fundamentalmente a ser  ético es saber que al ser la  educación directiva y política por su propia naturaleza, debo respetar a los educandos, sin jamás negar mi sueño o mi utopía” (FREIRE, 1992, p. 78). La educación es en su esencia un proceso ético antes de ser consciencia crítica,  compromiso  político  y acción transformadora.  O la educación es ética y respetuosa con la alteridad del otro en su singularidad, o no es educación. La exigencia ética de todo el pensamiento de Freire es ese respeto a la alteridad del otro.  Toda la capacidad ética de la existencia humana se da en el reconocimiento de la alteridad, de su dignidad de persona en la lucha por la justicia social. Sin ese respeto y reconocimiento del otro no podemos establecer un diálogo liberador. Siguiendo el legado ético pedagógico de Freire, podemos concluir diciendo que el rescate de la dignidad del otro, de su alteridad, es la condición primordial para avanzar en la edificación de un proyecto mundo/sociedad “en el que amar sea  menos difícil”. Referencias:  CINTRA,  Benedito  Eliseu  Leite.  Paulo  Freire  entre  o  grego  e  o  semita. Educação: filosofia e comunhão. Porto Alegre: EDIPUCRS, 1998; FREIRE, Paulo. Pedagogia da  autonomia: saberes necessários  à  prática  educativa.  São Paulo: Paz  e  Terra, 1996; FREIRE, Paulo.  Pedagogia da esperança. Um reencontro com a pedagogia do oprimido; FREIRE, Paulo.  Pedagogia do oprimido. Rio de Janeiro: Paz e  Terra, 1992; AMÉRICA LATINA

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