lunes, 27 de julio de 2020

EXCLUSIÓN SOCIAL

EXCLUSIÓN SOCIAL Avelino da Rosa Oliveira A partir del último cuarto del siglo XX, el término exclusión social, comenzó gradualmente a ocupar espacios en la literatura social, habiendo sido popularizado por la sociología francesa, preocupada con el establecimiento de políticas públicas compensatorias ante el colapso del Estado de Bienestar. Actualmente,  presente en  todas las  ciencias  sociales, es  empleado como si  fuera un concepto científico de uso corriente que no necesita más ser definido. En el campo de las políticas públicas y de la asistencia social, se constituye de manera inconfundible en blanco prioritario de las acciones. Sin embargo, ¿quiénes son los excluidos? A veces el término se refiere a las minorías étnicas, otras a los segregados por el color; a veces a los desempleados de larga duración; otras veces a los sin vivienda; en ciertos casos a los que hacen opciones existenciales contrarias a la moral vigente; en otros a las personas con necesidades diferentes, a los portadores de SIDA, a los viejos o incluso a los jóvenes. Entre nosotros, excluidos son los desempleados, los subempleados, los trabajadores del mercado informal, los sin tierra, las personas que viven en las calles, los que viven en las favelas, los que no tienen acceso a la salud, educación, seguridad social, etc., los negros, los indios, las mujeres, los jóvenes, los viejos, los homosexuales, los alternativos, los portadores de necesidades especiales, en fin, una lista interminable. De ese modo, habiéndose convertido en un concepto utilizado de forma tan diseminada, paga el precio de la indefinición. En verdad, desde que el uso del término exclusión comenzó a difundirse, especialmente en estos tiempos,  cuando  llegamos  a  una  situación  en  que  el  término  es  empleado  por casi todo el mundo para designar a casi todo el mundo, se reviste de imprecisión y carece de rigor conceptual.  José de Souza Martins describe con exactitud el dilema de la exclusión social. “El discurso corriente sobre exclusión es básicamente producto de un equívoco, de fetichismo, el fetichismo conceptual de la exclusión, la exclusión transformada en  una  palabra  mágica que explicaría todo” (MARTINS, 1997, p. 27). Para ser más exacto, en el caso de  Martins, lo que es más relevante en esta discusión no es exactamente el modismo o la imprecisión del concepto. Lo que él ataca con mayor vehemencia  es “que el concepto es `inconceptual´, impropio y distorsiona el propio problema que pretende explicar” (p. 27). En la segunda mitad de la década de 1970, período en que el concepto exclusión social comienza a ser colocado en el orden del día, Paulo Freire se encuentra establecido en Suiza y desarrolla programas especiales en diversos países del  Tercer Mundo. En las décadas de 1980 y 1990, cuando el término penetra decisivamente en los debates sociales brasileños, Freire regresa al Brasil, vive el ambiente académico, participa de la administración de São Paulo y publica innumerables obras, individuales y dialogadas. Si hubiera aceptado el discurso ya hegemónico del propalado nuevo paradigma social, cuya propuesta es de contraposición al modelo de clases y a las movilizaciones vía movimientos sociales en el campo de las relaciones productivas, privilegiando al contrario, las estrategias políticas de integración de los excluidos, Freire ciertamente habría incorporado a sus escritos el concepto. Sin embargo, no es eso lo que sucede. A lo largo de toda la extensa producción freiriana no hay ningún discurso digno de nota relacionado al supuesto nuevo paradigma social de la exclusión social (Cf. GHIGGI; OLIVEIRA, 2007, pp. 23-25). Así como la exclusión social, que no apunta hacia la transformación revolucionaria de la sociedad, sino a la inclusión en el sistema, también la marginalidad nos hace recordar más la integración que la liberación. Refiriéndose a la marginalidad, Freire, en primer lugar alerta que, asumiendo la condición de “marginalizados”, “seres fuera de” o “al margen de”, la solución para ellos estaría en que sean “integrados”, “incorporados” a la sociedad” (FREIRE, 2002, p. 61). Sin embargo, jamás estuvieron verdaderamente por fuera. Al contrario, fueron siempre parte del sistema de opresión y deshumanización  “que los transforma en `seres para otro´. Su solución, pues, no está en `integrarse´, en `incorporarse´ a la estructura que los oprime, sino en transformarla para que puedan hacerse `seres para sí´ (FEIRE, 2002, p. 61). Dos observaciones importantes de Freire sobre la marginalidad pueden también aplicarse al concepto de exclusión social. Si hay marginalizados, no es por opción. Así, los marginalizados serían víctimas de una violencia que los expulsa del sistema. En verdad, son violentados, sin embargo están siempre “dentro de la realidad social, como grupos o clases dominadas, en relación de dependencia con la clase dominante” (FREIRE, 1979, p. 47). Por lo tanto, se ve que Freire jamás renuncia a colocar nuevamente el problema en los marcos de la sociedad de clase. En ese contexto, llamando la atención a la violencia y a la deshumanización propias de la sociedad de clases, Freire se refiere al hombre marginalizado como “excluido del sistema social” (FREIRE, 2001, p. 74).
Referencias:  FREIRE, Paulo.  Ação cultural para a liberdade. 4. ed. Rio de Janeiro: Paz e  Terra, 1979; FREIRE, Paulo.  Conscientização.  Teoria e prática da libertação. Uma introdução ao pensamento de Paulo Freire. São Paulo: Centauro, 2001; FREIRE, Paulo.  Pedagogia do oprimido. 32. ed. Rio de Janeiro: Paz e  Terra, 2002; MARTINS, José de Sousa.  Exclusão social e a nova desigualdade. São Paulo: Paulus, 1997; GHIGGI, Gomercindo; Avelino da Rosa, OLIVEIRA.  Formação humana e exclusão social: repensando possibilidades, revigorando limites...  Educação Unisinos, São Leopoldo, v. 11, n. 1, pp. 22-29, jan./abr. 2007.

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