Decía que es “imposible hacer política sin ética” y que en su caso esto tenía que ver con el respeto a las clases populares. Afirmó a Sérgio Guimarães (FREIRE, 1987, p. 14) “En el gobierno municipal aprovecho el poder que surge de él para realizar por lo menos parte del viejo sueño que me anima. El sueño de cambiar la cara de la escuela. El sueño de democratizarla, de superar su elitismo autoritario, lo que solo puede ser hecho de forma democrática. Imagínese si yo pretendiera superar el autoritarismo de la escuela autoritariamente” (FREIRE, 2000a, p. 74). La participación popular en la vida política, defendida en su tesis de 1959 (FREIRE, 2002, p. 111) se hace práctica en su actuación como Secretario de Estado, por la organización de estructuras democratizadoras y negación de las “estructuras inhibidoras de presencia participativa de la sociedad civil y el comando de la res pública”. Él mismo afirma: “Debo haber sido el Secretario de Educación de la ciudad de São Paulo que tuvo menos poder personal, pero pude por eso mismo, trabajar eficazmente y decidir con los otros” (FREIRE, 1993, p. 75). Frente a la política neoliberal practicada por el Estado, es enfático: “No acepto cierta posición neoliberal que, viendo perversidad en todo lo que el Estado hace, defiende una privatización sui generis de la educación. Se privatiza la educación pero el Estado la financia (…) nada debe ser hecho, por lo tanto, en el sentido de ayudar al Estado elitista a desprenderse de sus obligaciones” (FREIRE, 1993, pp. 77-78). Ante a la omisión criminal del Estado frente a su deber de promover la educación, él convoca a los movimientos populares a la lucha política: “Jamás dejarlo tranquilo, jamás eximirlo de su tarea pedagógica, jamás permitir que sus clases dominantes duerman en paz” (FREIRE, 1993, p. 21). Reconociendo la naturaleza de clase del Estado, niega la idea de Estado como propiedad de la clase dominante. Define como terreno de lucha y de confrontación de fuerzas e intereses en conflicto, sin dejar de denunciar los impedimentos impuestos por él a la realización plena de la educación liberadora, razón por la que defiende la revolución que, a su modo de ver, tiene un carácter pedagógico, lo que llama la revolución cultural, que a su vez no se hace por medio del activismo, ni por medio del discurso. Exige una “teoría de la acción transformadora” que contemple la plenitud de la praxis. Resalta el pensamiento de Lenin cuando afirma que “sin teoría revolucionaria no puede haber movimiento revolucionario” (FREIRE, 2005, p. 46 y p. 42). Reconociendo que la práctica de la educación liberadora exige poder político, afirma la posibilidad de realizarla antes de la revolución. En ese caso comparte las concepciones de Gramsci de que la revolución no implica solo la destrucción positiva del Estado, sino la construcción de un nuevo tipo de Estado, que debe ser organizado antes de la conquista del poder, ocasionando una crisis de hegemonía que ocurre cuando se da la separación entre poder y dirección. El nuevo poder “nace en la sociedad vieja”, que, el proceso de superación, promueve el cambio del poder, enseñando a sus líderes el diálogo y el propio poder (FREIRE, 2005, p. 155).
Referencias: FREIRE, Paulo. A educação na cidade. 4. ed. São Paulo: Cortez, 2000a.; FREIRE, Paulo. Educação como prática de liberdade. 12 ed. Rio de Janeiro: Paz e Tera, 1981; FREIRE, Paulo. Educação e atualidade Brasileira. 2. ed. São Paulo: Cortez e Instituto Paulo Freire, 2002; FREIRE, Paulo. Pedagogia da esperança. Um reencontro com a Pedagogia do oprimido. 2. ed. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1992; FREIRE, Paulo. Pedagogia da indignação: cartas pedagógicas e outros escritos. 7. reimp. São Paulo: UNESP, 2000b; FREIRE, Paulo. Pedagogia do oprimido. 44. ed. São Paulo: Paz e Terra, 2005; FREIRE, Paulo. Política e educação. São Paulo: Cortez, 1993; FREIRE, Paulo; Sergio, GUIMARÃES. Aprendendo com a própria história. 2. ed. Rio de Janeiro: Paz e Terra, 1987.
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