Las corrientes críticas de izquierda han desafiado constantemente el rol de las instituciones del Estado y sus representaciones; concretamente, el rol de la patronal, la policía, la inteligencia, los Ministerios, las fuerzas armadas, etc., todos han sido catalogados como parte de una estructura jerárquica que existe para mantener un dominio alienante; no obstante, es relativamente extraño que esta ala inconformista cuestione el rol del sistema educativo; la mayoría de activistas de izquierda cree que la educación es buena, y siguiendo las palabras del comisionado estadounidense Henry Barnard “la educación siempre lleva a la libertad”. El mito de que toda educación es sacra ha conducido a la aceptación de las calificaciones educacionales como la medida del valor social aceptable, y como base para privilegios sociales; aún cuando estas credenciales están diáfanamente distribuidas, de acuerdo a las divisiones de las clases sociales existentes. Sin embargo, desde que han existido sistemas de educación estatales, también han existido diversas oposiciones a tales estructuras; el pionero de la crítica fue William Godwin, quien en 1793 escribió “Un estudio concerniente a la justicia política”, ensayo considerado como el primer ataque anarquista moderno al aparato estatal. Godwin tenía sobre sus hombros las experiencias de la Revolución Francesa (1789) y la emancipación norteamericana (1776), por lo que los aparatos institucionales de gobierno para él pesaban poco; de hecho, él creía que existían dos fuerzas opresoras en la sociedad: la educación y el gobierno; también estaba convencido de que una sociedad justa sólo podría ser el resultado de que toda la gente ejerciera libremente su razón. Es también en esta época, cuando se comienzan a gestar las primeras alternativas educativas al Estado; la “Escuela Moderna” fue fundada en 1901 por Francisco Ferrer; en 1909 fue acusado por el gobierno español de dirigir una insurrección y por esta falsa calumnia fue ejecutado; sus ideas inspiraron un movimiento progresista de escuelas modernas en Estados Unidos que existió hasta los años 60. Recurriendo a las teorías de Godwin, Ferrer escribió acerca del apoyo del gobierno a la educación nacional: “ellos saben mejor que nadie que su poder se basa casi exclusivamente en la escuela”; para Ferrer era inconcebible que el gobierno fuese a crear un sistema de educación que condujese a cambios radicales en la sociedad; era, por tanto, poco realista creer que las escuelas apoyadas por el Estado pudiesen funcionar como un modelo para ayudar a las clases bajas; más bien, la educación enseñaba a los pobres a aceptar la estructura social existente, y que el desarrollo dependía del esfuerzo individual dentro de dicha estructura social. Esto se ilustra con la Alemania Nazi, cuando las escuelas se utilizaban para propagar la ideología, el nacionalismo y la glorificación del Reich; el entrenamiento obligatorio en biología racial comenzaba a los seis años de edad, y había un fuerte énfasis en la historia y literatura alemana. Más adelante, el famoso exponente inglés de las escuelas libres A.S. Nelly, escribió en 1939 en “El maestro problemático”: “las escuelas del Estado deben producir una mentalidad de esclavos, porque sólo una mentalidad de esclavos puede evitar que el sistema sea destruido”; también definió a las escuelas como productos de un interés directo de clase. Estas ideas son profundizadas en los sesenta por Paul Goodman; y más recientemente, en el escenario complejo y heterogéneo de los setenta surge Ivan Illich, quien sostenía que la escuela prepara a un consumidor experto, tomando responsabilidad por la totalidad del niño; a partir de estas ideas tomó fuerza el concepto de “desescolarización”; Paulo Freire bautizó al sistema tradicional de escuelas como “método bancario”, de donde se deduce que el estudiante es el depositario del conocimiento, más que el sujeto del proceso de aprendizaje. Los reformadores en Estados Unidos hicieron un intento de resolver el problema de clase, pensaron que ubicando en las mismas escuelas a niños pobres y ricos estas divisiones se erradicarían; no obstante, no tomaron en cuenta los trasfondos culturales, ésto condujo a la introducción de métodos con los que estamos familiarizados hoy; las necesidades del individuo son atendidas por medio de “streaming”, entrenamiento vocacional y educación especial. De hecho, en los años 40 un grupo de sociólogos norteamericanos encontraron dos elementos importantes sobre la relación escuela-clase: primero, existe una clara correlación entre la clase social y el rendimiento; segundo, cuando los niños eran separados por su habilidad, por medio de pruebas estandarizadas, los grupos encajaban con las clases sociales y razas existentes. El fracaso escolar, pautado por múltiples condicionates –nutrición, trabajo, problemas familiares, etc.- reforzaba la jerarquía social, y de hecho se les hacía creer a los pobres que habían desaprovechado las oportunidades y por eso fallaron; y este fracaso escolar agudizaba la sumisión, la apatía y el atraso social. Varios pensadores durante los siglos XIX y XX discutieron la cuestión de la diferencia entre la educación y el aprendizaje, y la relación entre la educación estatal y la revolución social; todos ellos seguían el principio de que la libertad política significa poco si las acciones del individuo están guiadas por una autoridad internalizada –implantada en la escuela- de la cual no hay escape, por ejemplo, Rousseau en El Emilio, afirma que si la instrucción moral es impartida a una edad temprana domina la acción, en lugar de estar disponible para ser utilizada por el individuo; inclusive Rousseau sostenía que los libros eran una verdadera plaga de la infancia; a los niños no se les debía enseñar a leer, sino que debían aprender a leer por medio de la experiencia y la nacesidad. De esto se deduce, que el aprendizaje y el conocimiento son herramientas para que el individuo las utilice, y no para utilizar al individuo. El pensador anarquista del siglo XIX, Max Stirner, tenía ideas similares a las planteadas anteriormente por Rousseau, su libro “El individuo y su propiedad” es sumamente revolucionario, en él hacía un llamado por “una educación para la libertad, no para la servidumbre”, y sostenía que había significativas diferencias entre la persona educada y la persona libre. En este contexto, Paulo Freire aportó una tesis innovadora, cuando combinó los métodos pedagógicos con el concepto marxista de conciencia; en primer lugar, reconoció que vivimos en un mundo deshumanizado, sin entendimiento de las circunstancias históricas que determinan nuestra conciencia; al respecto, Freire dice: “…una revolución no se realiza ni con verbalismos, ni con activismo, sino más bien con la praxis, por ejemplo con reflexión y acción dirigida a las estructuras a ser transformadas”. Con estos antecedentes, el lector podrá tener una genérica idea de los movimientos de escuelas libres, escuelas modernas, o bien de las corrientes educativas anarquistas o desescolarizadas; estos modelos fueron un ejercicio invaluable, pero fracasaron en ejercer un cambio explícito en la estructura general de la sociedad y se puede argumentar que puede acabar creando niños que sean incapaces de entender el mundo fuera de su oasis educativo.
PROFESOR DE ESCUELA PUBLICA EN EL ESTADO DE HIDALGO facebook: Esteban Alfaro Alarcón facebook.com/esteban.alfaroalarcon … Twitter: @alfaroesteban_ https://twitter.com/alfaroesteban_ Instagram: alfaroesteban_2
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