jueves, 11 de junio de 2020

A priori!!!

A PRIORI,  previo o independiente de la experiencia; se opone a «a posteriori» (empírico). Estos dos términos se usan principalmente para establecer una distinción entre: 1) dos modos de justificación epistémica, junto con otras distinciones derivadas entre 2) tipos de proposiciones, 3) tipos de conocimiento, y 4) tipos de argumentos. También se usan para indicar una distinción entre 5) dos modos de adquirir un concepto o idea. 1. Se dice que una creencia o afirmación está justificada a priori si su justificación epistémica, la razón o aval para tenerla por verdadera, no depende en absoluto de ninguna  experiencia sensorial, instrospectiva o de algún otro tipo; mientras que si su justificación depende, al menos en parte, de una experiencia semejante, se dice que está justificada a posteriori o empíricamente. Esta distinción específica sólo tiene que ver con la justificación de la creencia, y en modo alguno con el modo en que se adquieran los conceptos constitutivos; así, no es una objeción a la pretensión de justificación a priori de una creencia determinada que se precise de la experiencia para adquirir alguno de los conceptos que la constituyen. Está claro que en la noción pertinente de experiencia están incluidas las experiencias sensorial e introspectiva, además de cosas como la experiencia kinestésica. Asimismo, está claro que construir la experiencia, en su sentido más amplio y dicho toscamente, a partir de una sensación consciente sería destruir la raíz de la distinción, puesto que aún una justificación a priori parece involucrar algún tipo de proceso consciente de apercepción. La construcción que quizá sea más fiel al uso tradicional es la que construye la experiencia como una especie de insumo cognitivo que se deriva, presumiblemente de manera causal, de rasgos del mundo real que pueden no darse en otros mundos posibles. Así, por ejemplo, cosas como la clarividencia o la telepatía, si existieran, serían formas de experiencia y cualquier conocimiento que resultara de ellas sería a posteriori; pero no sucedería lo mismo con la aprehensión intuitiva de las propiedades de los números o de entidades abstractas de otra índole que son las mismas en todos los mundos posibles. Así entendido, el concepto de justificación a priori es un concepto esencialmente negativo, al especificar aquello de lo que  no depende la justificación de la creencia, sin decir nada de aquello de lo que sí depende. Históricamente, la principal concepción positiva es la propuesta por los partidarios del racionalismo (Platón, Descartes, Spinoza y Leibniz, entre otros), para quienes una justificación a priori se deriva de la aprehensión intuitiva de hechos necesarios concernientes a los universales y otras entidades abstractas. (Aunque muchas veces se considera a Kant un racionalista, su limitación del conocimiento sustantivo a priori al mundo de las apariencias representa una diferencia muy importante con respecto a la corriente central del racionalismo). Frente a esto, los defensores del empirismo tradicional, cuando no repudian el concepto de justificación a priori en su totalidad (como W. V. Quine), suelen tratar de dar cuenta de ella apelando a convenciones lingüísticas o conceptuales. La formulación arquetípica de este enfoque empirista (un desarrollo de la tesis humeana de que todo el conocimiento a priori corresponde a «relaciones de ideas») es el postulado (típico del positivismo lógico) de que todas las aserciones o proposiciones cognoscibles a priori son analíticas. (Frente a esto, un racionalista diría que al menos algunas aserciones o proposiciones son sintéticas.) 2. Cuando una proposición es el contenido de una creencia justificada a priori, suele decirse que es una proposición a priori (o una verdad a priori). Este uso se amplía muchas veces, aplicándose a cualquier proposición susceptible de constituir el contenido de una creencia así, tanto si realmente tiene ese  status como si no. 3. Si, además de estar justificada a priori o a posteriori, una creencia es también verdadera y satisface las condiciones que quiera que se exijan para constituir conocimiento, ese conocimiento se caracteriza como a priori o a posteriori (empírico) de forma derivada, respectivamente. (Aunque con frecuencia se considera que una justificación a priori es por sí misma una garantía de verdad, esto ha de considerarse como una segunda tesis sustantiva, y no como parte del concepto mismo de justificación a priori). Entre los ejemplos de conocimiento clásicamente considerado a priori en este sentido están el conocimiento matemático, el conocimiento de las verdades lógicas, y el conocimiento de los entrañamientos e exclusiones de los conceptos de sentido común («Nada puede ser a la vez y totalmente rojo y verde», «Si A viene después de B, y B viene después de C, entonces A viene después de C»); pero también se ha pretendido que varias afirmaciones de la metafísica, la ética e incluso la teología tienen este  status. 4. Un argumento deductivamente válido que satisface además la condición ulterior de que cada una de sus premisas (o a veces una o más premisas especialmente importantes) está justificada a priori, se califica de argumento a priori. Esta etiqueta también se aplica a veces a argumentos que pretendidamente tienen este  status, aunque la corrección de esta pretensión esté en cuestión. 5. Además de los usos que acabamos de catalogar que se derivan de la distinción de modos de justificación, los términos «a priori» y «a posteriori» se usan también para diferenciar dos maneras en las que un concepto o idea puede ser adquirido por un individuo. Un concepto o idea a posteriori o empírico es aquel que se deriva de la experiencia, por medio de un proceso de abstracción o de definición ostensiva. Frente a esto, un concepto o idea a priori es aquel que no se deriva de la experiencia del modo indicado y así aquel que presumiblemente no deriva de ninguna experiencia particular para su realización (aunque la realización explícita de un concepto semejante podría con todo requerir de la experiencia como «catalizador»). La principal explicación histórica de estos conceptos, de nuevo profesada fundamentalmente por los racionalistas, los construye como innatos, e implantados en la mente de Dios o, en la versión más contemporánea defendida por Chomsky, Fodor, y otros, resultantes del desarrollo evolutivo. Entre los conceptos típicamente considerados así están los conceptos de substancia, causa, Dios, necesidad, infinitud, y otros muchos. Los empiristas, por el contrario, suelen defender que todos los conceptos proceden de la experiencia. Véase también DISTINCIÓN ANALÍTICO-SINTÉTICO,  NECESIDAD,  RACIONALISMO.

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