Maialen Garmendia: “El ciberbullying se duplica, pero el cara a cara se triplica”
Maialen era muy de Asterix y Obelix pese a que también disfrutaba con las aventuras de Tintín. También leía muchas novelas sobre internados ingleses, quizá porque algunos de sus hermanos habían vivido temporadas en centros con este régimen. No fue el caso de Maialen, que recuerda desayunar todos los días de su infancia en su casa: un buen vaso de leche con Cola Cao y pan con mantequilla.
¿Los adultos somos conscientes de la magnitud del impacto que tiene el mundo digital en el desarrollo de niños y jóvenes?
Yo creo que en general no somos muy conscientes ni del impacto que tiene en niños y jóvenes ni del que tiene en las nuestras, en las de los adultos. En general, entre los mayores se tiende a no querer ver lo que pasa, que por otra parte es una actitud muy humana. Solemos ver adultos, padres de niños y niñas adolescentes, que a la hora de mediar o supervisar, tiran la toalla porque piensan que sus hijos saben más que ellos.
¿Y esto es así?
No es una buena opción. Esta reacción lleva a muchos padres a inhibirse de supervisar y de mediar en lo que hacen. Al final, lo importante es seguir y acompañarlos en ese entorno. Aunque para nosotros sea costoso, se supone que los adultos somos sensatos y críticos y relativizamos más las cosas, algo muy necesario en los entornos digitales.
¿A qué edad se puede empezar a dar una educación digital?
Yo creo que en la medida que les acompañamos a conocer estos entornos ya hay que hacerlo educando, sea a la edad que sea. En la medida que las empiezan a usar: no hace falta sembrar el pánico ni caer en el alarmismo, pero sí que hay que prevenirles, darles herramientas para ser críticos y confianza para que si tienen dudas o les sucede algo sean capaces de acudir a nosotros.
¿Pero a qué edad tienen acceso a entornos de relación digital?
En nuestras últimas encuestas vimos que los niños más pequeños, de 9 a 10 años son los que más perfiles públicos tienen. Sabemos que muchos son perfiles “ilegales”, es decir, que no cumplen el requisito de edad para tener perfil. Los padres acaban por aceptar esta situación por no obligar al hijo o hija a ser el único de clase que no está presente en esa red social.
¿Qué pueden hacer al respecto los padres?
En el caso de que accedamos, negociemos con ellos: que nos dejen ver a quién siguen y quién les sigue, qué publican, qué comentan, cómo tienen el perfil. No se trata de hacer una labor policial, ni mucho menos, pero sí de compartir ese espacio de relación. Los niños falsean la edad y la mayoría tienen un perfil público, suponemos que por desconocimiento. Los padres tenemos que ser proactivos en este caso.
Entonces no es mala opción permitir que participen de las redes temprano...
No es malo que comiencen a utilizar internet a corta edad., puede ser una oportunidad para supervisar mejor lo que hacen y para influir más en cómo lo usan. Con un adolescente de 15 o 16 años va a ser más complicado que quiera compartir con nosotros su vida digital.
¿Las relaciones se han digitalizado?
Aunque es cierto que todos hemos visto la típica foto de los adolescentes en un banco y cada uno mirando su móvil, para ellos el cara a cara continúa siendo lo primordial. En plena adolescencia el contacto permanente es casi vital. También pienso que tenemos poca memoria: cuando yo era pequeña monopolizaba el teléfono de casa al salir de la escuela para hablar con mi compañera de pupitre.
¿Los roles de género se refuerzan en el mundo digital?
Se ha constatado que las niñas utilizan la tecnología para comunicarse y los niños hacen un uso más lúdico. Hay veces que se cae en el alarmismo y se tiende a hablar de la tecnología como si esta tuviera voluntad propia, pero somos los usuarios los que debemos ser activos y responsables. A ciertas edades se reflejan diferencias en el uso, pero por los intereses que tienen los niños y las niñas. La maduración también es distinta, no van en paralelo. Lo que sí puede contribuir a reforzar tendencias sexistas que sí existen es en la gestión de su identidad digital, como por ejemplo la presión que tienen las niñas con su aspecto físico, etc. En este aspecto sí que se refuerzan desigualdades de género.
Cuando hablamos de acoso escolar vemos cómo la tecnología está muy presente en determinadas prácticas.
El acoso escolar siempre ha existido y ahora somos más conscientes. Y pese a que se hable mucho de ciberbullying, los datos nos señalan que en los últimos años el acoso que más ha aumentado es el físico, el cara a cara. En nuestra última encuesta, el acoso online se duplicó, pero el cara a cara se triplicó.
¿A qué se debe?
Yo creo que ahora somos más conscientes de lo que es una agresión, pero también creo que las relaciones entre los niños y niñas son bastantes agresivas. El clima es hostil y negativo. Otro dato relevante que se da en el ciberbullying es que 3 de cada 4 acosados han acosado alguna vez. El online facilita la venganza, el ojo por ojo. Todos deberíamos hacer un esfuerzo por trabajar más la empatía, tanto en casa como en las aulas. Son edades difíciles y problemáticas.
¿Cómo se podría revertir la situación?
Se habla mucho del bullying pero se hace muy poco. Con la crisis económica se ha perdido en mucho centros la figura del profesor mediador que trabajaba para detectar estas situaciones y activar los protocolos correspondientes.
Y sin embargo, los casos aumentan.
Sí, pero también debemos tener cuidado con banalizar el término. Una característica del bullying es que el maltrato debe ser reiterado. Ahora llamamos bullying a cualquier mal gesto o pelea entre niños o adolescentes y hay que ser cuidadoso con la terminología, porque ni es lo mismo ni tienen las mismas consecuencias para la víctima ni para quien ejerce la violencia. Diferentes estudios señalan que la victimización ha aumentado, los niños y niñas están tan hipersensibilizados con el tema que no diferencian una pelea de un acoso.
¿Qué herramientas debemos dar a niños y adolescentes para que tengan una relación sana con la tecnología?
Tratar de concienciarles de las consecuencias que puede tener lo que hagan, que aprendan a gestionar su privacidad: el tipo de fotos, los comentarios que publican, etc. Hablar con ellos de lo que hacen en internet igual que hablamos sobre qué tal en el colegio. Al final todo nos lleva a tener sentido común, tenemos que aplicar las mismas reglas online que offline. Si les hemos dicho que no hablen con desconocidos por la calle, en el entorno online debe ser igual. Tenemos que ser muy proactivos.
¿Qué opina de las herramientas como los filtros parentales?
A partir de los 14 años el 80% de los niños tienen un smartphone para su uso personal, incluso por encima de barreras socioeconómicas. Si todos van con un ordenador en la mochila, ni los filtros parentales sirven. La mejor mediación es hablar con ellos, mantener el diálogo abierto.
¿Cómo ha quedado el concepto amistad en el mundo digital?
El concepto se ha diluido. Hay niños que presumen de tener 500 amigos en Facebook, pero en realidad son personas con las que apenas tiene relación, o con las que se cruza de vez en cuando. Pero creo que ellos diferencian muy bien entre la amistad en el entorno inmediato y en el entorno digital. Pese a que ellos prácticamente no diferencian entorno digital de analógico.
¿Qué tres aptitudes son indispensables para desenvolverse bien en el entorno digital?
La responsabilidad en primer lugar. En general les protegemos mucho y les cuesta ser responsables de lo que hacen y de sus consecuencias. Me parece muy importante que asuman que lo que hacen tienen unas consecuencias. En segundo lugar, que sean críticos o que no se crean todo lo que encuentran en internet. Y por último, la honestidad: que no hagan en internet lo que no harían en persona..
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