Durante la década de los noventa, en el espectro universitario latinoamericano, se cristalizaron novedosos procesos de evaluación y acreditación a partir del seminario “Sistema de Acreditación y Evaluación Institucional en América Latina”, celebrado en Río de Janeiro (1990) y otro evento similar:
“Acreditación Universitaria en América Latina y el Caribe” celebrado en Chile (CINDA, 1991), ambos, bajo la nueva tendencia del “Estado Evaluador”1, e influenciados por tres corrientes: a) la hegemonía de los sistemas de acreditación norteamericana (Southern Association of Schools and Colleges - SACS, New England - NEASC, Middle State - MSA, North Central - NCA, Western - WASC), a través de los políticas de organismos financieros internacionales; b ) la cultura de normas y estándares de una economía globalizada; y c) el influjo del mundo “exitoso” empresarial trasladado a los espacios universitarios (calidad total, reingeniería, planificación estratégica, misión y visión, etc.).
Asimismo, la antesala universitaria latinoamericana del siglo XXI, particularmente en las décadas de los ochenta y noventa, sufrió una profunda transformación a raíz del crecimiento de la cobertura escolar, lo que incidió en una mayor matrícula de educación media, y en una creciente y desordenada oferta de educación superior privada, la cual en muchos países se fraguó bajo el modelo de “universidades de garaje”. Las circunstancias sociales, políticas y económicas de Latinoamérica, bosquejadas por las recesiones económicas, la corrupción y otro tipo de patologías, han impedido el verdadero desarrollo de la educación superior debido a las siguientes causas: a) falta de políticas de educación superior; b) presupuestos excesivamente reducidos; c) poca importancia del desarrollo científico y tecnológico; d) profesión docente infravalorizada; e) malinchismo academicista; e) falta de incentivos para la producción de conocimientos; entre otros aspectos; este escenario generó la preocupación para establecer sistemas de evaluación (mediante autoestudios institucionales y visitas de pares evaluadores, basados en criterios cualitativos) y sistemas de acreditación (por programas o instituciones mediante el estudio de categorías de análisis), ámbos para mejorar la calidad en el nivel.
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