PROFESOR DE ESCUELA PUBLICA EN EL ESTADO DE HIDALGO facebook: Esteban Alfaro Alarcón facebook.com/esteban.alfaroalarcon … Twitter: @alfaroesteban_ https://twitter.com/alfaroesteban_ Instagram: alfaroesteban_2
lunes, 24 de diciembre de 2018
viernes, 14 de diciembre de 2018
Didáctica (como visión comunicativa)
Didáctica (como visión comunicativa) El acto comunicativo es un acto de desarrollo de la autonomía; acción orientada al conocimiento de determinadas asignaturas, el uso de los medios didácticos y su adecuación a la realidad del alumnado. Para el logro de ello, resulta necesario conocer de –manera evolutiva- el contexto sociocultural en el que tiene lugar la acción educativa. Precisamente, este conocimiento del contexto empuja a esta visión a fecundar valorares desarrollados en el proceso de enseñanza–aprendizaje, de modo que permita al alumnado enfrentarse a esa realidad social con acciones concretas de desarrollo de la ética. La visión comunicativa de la didáctica descanza en un proceso interactivo, en el que la formación integral del estudiante es el objetivo primario para responder de manera seria a los problemas de la comunidad. “La comunicación del grupo en un clima de plurirrelaciones y demandas es la base de la transformación formativa, entre la acción creativa y el pensamiento renovador”31. Esta visión se preocupa por la calidad expresiva y formativa del alumnado; en el papel creador de docentes y estudiantes y en el mantenimiento de valores dentro del proceso de enseñanza –aprendizaje. La reciprocidad entre docentes y estudiantes requiere un lenguaje clarificador y estructurado; abierto a las multiples expectativas e intereses de los participantes, valorando la interacción entre la expresión oral, en sus numerosas matices y tonalidades, y la novedad, centrada en los gestos y el dominio del espacio. Apoyada en la teoría de la acción comunicativa de Habermas, la didáctica sienta sus bases en la generación de nuevos cimientos para el desarrollo de intelecciones en el que las personas que se forman alcanzan un nivel cognitivo considerable y valores autenticamente humanos, desarrollados en ambientes caracterizados de la misma manera. La acción docente a la vez que es comunicativa, ética y humana, en el que el saber de cada alumno y alumna importa. Los aportes de la hermenéutica han vitalizado esta visión didáctica. La interpretación sobre determinados hechos a partir de una observación auténtica, ha permitido que la comunicación no sea una falacia y adquiera un extraordinario papel al insertarse como un medio de educación. Lusted (1986) haciendo referencia a la producción del saber, planteó que éste no es una realidad sino se ubica en el tapete del diálogo: “El saber no se produce en las intenciones de quienes creen tenerlo, sea por escrito o de palabra. Se produce en el proceso de interacción, entre escritor y lector en el momento de la lectura, y entre maestro y aprendiz, sino lo que se entiende”32. Pero Paulo Freire, fue más allá de lo que Lusted señalaba. Además de ubicar el diálogo como expresión para la generación de aprendizaje, manifestó que los profesionales tienen la obligación de evaluar su discurso, porque está claro que aprendizaje es el resultado de un acto comunicativo. “Los intelectuales deberíamos examinar la naturaleza de nuestro propio idioma. El reto al que se enfrentan los educadores liberadores consiste en transformar el habla abstracta que heredamos de nuestra formación en la academia burguesa. Esto exige cierto valor para reinventar nuestra expresión sin dejar de ser rigurosos y críticos...”33. La comunicación como vía para el aprendizaje, es al mismo tiempo el camino para la consecución de la liberación de las cuestiones que nos atan. El conocimiento y la reflexión son procesos de ese acto de comunicación que, debe interpretar ideológicamente los modos de enseñanza –aprendizaje, pero debe generar procesos en el que el estudiantado valore la expresión oral como vía para su desarrollo. Es un indicativo referirse a la reciprocidad entre docente y alumnos. Es interesante conocer que los procesos de construcción del saber se encuentran en las relaciones reciprocas (docente –discente, cultura y actividades, finalidad y medios didácticos, didáctica y escuela innovadora) que, en términos de la comunicación debe considerar los símbolos que emplean los participantes, y la valoración que de los mismo realizan todos y cada uno de los implicados, en la interpretación de las diversas percepciones.
martes, 11 de diciembre de 2018
jueves, 6 de diciembre de 2018
Didáctica
Didáctica (como técnica para el aprendizaje) En la realidad educativa latinoamericana la didáctica como técnica para aprender ha tenido trascendencia y la ha ubicado como disciplina que explica cómo el estudiante puede desarrollar su intelecto, sus sentimientos y las habilidades de tipo motrices. La didáctica se definió como un estudio riguroso que implica al docente estrategias para abordar el conocimiento, haciendo que éste sea cada vez más fácil de comprender. Pero esta comprensión es su fín último: la creencia que en las aulas los procesos académicos deben ser facilitados mediante el encuentro de técnicas orientadas para el aprendizaje y no para la enseñanza. Así pues, la didáctica reconoció el método didáctico como el abordaje único que debe utilizar el profesorado para cristalizar el proceso de desarrollo del alumno y alumna. Luis A. DeMattos e I. Nerici le apostaron a esta concepción y, si bien, fue muy expandida durante los años de 1965 hasta a finales de 1980, no pudo ubicarse como concepción independiente de los demás paradigmas existentes en los procesos didácticos. Más bien, su orientación fue una especificancia del conductismo en el aula; su debilidad como concepción no fue por haberse asemejado a los procesos conductistas; sino por haber carecido de identidad propia y de cómo abordar el conocimiento vinculado con la realidad que se estudia. A pesar de ello, ofreció grandes posibilidades de desarrollo del profesorado, pues la técnica de aprendizaje era, desde este ángulo, algo muy distinto y orientativo del proceso educativo que se perfilaba en este entonces. Una didáctica vinculada al aprendizaje, cuya razón de ser es el alumno y alumna, forma parte, por un lado, de una visión humanista capaz de vitalizar el reconocimiento de los valores que configuran la acción del hombre y de la mujer. Por el otro, conseguir que el estudiantado aprenda de forma eficiente y desarrolle su excelencia académica ante todo. Gentile (1920) consideró a la didáctica como expresión de los métodos para enseñar; de ahí que se dedujo el significado dominante del proceso didáctico; proceso orientado a la búsqueda de métodos apropiados que faciliten los aprendizajes. La insistencia sobre la especificidad de la didáctica como ciencia metodológica y técnica para el aprendizaje; razón por la cual subyacen procesos sistemáticos, cuyo interés es el metodológico con una supremacía en las técnicas modernas para enseñar y aprender. La didáctica vista como la multiplicidad de técnicas implica someter la acción docente hacia el conjunto de recursos técnicos –tal como lo plantea I. Nérici- que tienen como propósito dirigir el aprendizaje del estudiante, de modo que permita alcanzar los objetivos educativos. Este alcance, se manifiesta cuando el alumno ha logrado una maduración en el que desarrolle capacidades para conocer la realidad. El argumento de Nérici es un argumento que legitima la concepción tecnológica del currículum y, de esta forma, normativiza la autoridad del docente. Todo obedece a aspectos normativizados; no es posible realizar ensayos –tal como lo precisa Nérici- pues esto generaría pérdida de tiempo y, el arte de enseñar, solo quedaría como un simple arte sin propósitos orientativos para las grandes mayorías.
lunes, 3 de diciembre de 2018
sábado, 24 de noviembre de 2018
Didáctica
Didáctica Según los planteamientos teóricos contemporáneos, la didáctica capacita al docente para que éste pueda facilitar el aprendizaje de los estudiantes; para ello es necesario contar con un bagaje de recursos técnicos sobre las estrategias para enseñar –y aprender- y sobre los materiales o recursos que mediatizan la función educativa. Desde esta perspectiva, la didáctica aporta al docente al menos cuatro grandes lineamientos: a) elementos históricos sobre experiencias metodológicas utilizadas desde cada corriente o teoría (cultura docente); b) un enfoque investigativo para que el docente tenga facultades para obtener información desde el aula (investigación educativa); c) una reflexión sobre la importancia de los recursos y ambientes de aprendizaje como factores didácticos (materiales y tecnologías); y d) la programación y planificación del proceso de enseñanza aprendizaje (planificación).
Diagnóstico UCA-Harvard-FEPADE
Diagnóstico UCA-Harvard-FEPADE El “Diagnóstico del sistema de desarrollo de recursos humanos de El Salvador” fue realizado por el Harvard Institute for International Development (HIID), con la colaboración de la Fundación Empresarial para el Desarrollo Educativo (FEPADE) y la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA), con el financiamiento de la Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos (USAID); el proyecto fue coordinado por Fernando Reimers, especialista en políticas educativas del HIID, con el apoyo de veintisiete investigadores, y con algunas colaboraciones específicas, como la del MINED (como cuarto socio); también la Oficina de Educación de la Misión de AID invitó a representantes de instituciones interesadas en la educación, con amplitud de criterio, a conformar un Grupo Gestor; la licitación para este diagnóstico la convocó la Misión de AID en El Salvador, en el primer semestre de 1993, y se trabajó intensamente entre Septiembre y Diciembre, culminándose a inicios de 1994. El documento final –publicado por UCA Editores bajo el título “La Educación en El Salvador de cara al siglo XXI, desafíos y oportunidades” (1995), cuenta con una Introducción y diez capítulos, que a continuación se sintetizarán. En la introducción se plantean algunos factores determinantes en el proceso del estudio; a partir de seis “participantes claves” que tienen nombre y apellido junto a responsabilidades. 1) El Ministerio de Educación representado por la ministra Lic. Cecilia Gallardo de Cano, considera los temas de pertinencia para el momento histórico, la amplia participación y el acercamiento relevante a la realidad. 2) La Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” representada por el jefe del departamento de educación Lic. José Luis Guzmán, señala la importancia de “lograr un producto (informe final) y un proceso (promover la participación y el diálogo a distintos niveles, en un nuevo contexto de consolidación de la paz); así mismo describe minuciosamente el proceso de la investigación. 3) La Fundación Empresarial para el Desarrollo Educativo (FEPADE) representada por el Ing. Edgardo Suárez, Director Ejecutivo, señala que el “diagnóstico fue dejando de ser un trabajo aislado de expertos y pasó a ser un proceso de reflexión pluralista y, en cierta forma, la solera de la reforma educativa”. 4) La Fundación Salvadoreña para el Desarrollo Económico y Social (FUSADES) representada por la Lic. Sandra Vásquez de Barraza, plantea el tema del entorno, el aprendizaje de la experiencia investigativa, y las perspectivas y requerimientos sobre la implementación de sugerencias y la potencialización de los resultados. 5) La Agencia para el Desarrollo Internacional de los Estados Unidos representada por Henry Reynolds, de la Oficina de Educación, propone la reflexión sobre la participación y la necesidad de análisis e información concreta, así mismo amplía sobre el comité asesor constituido por más de veinticinco instituciones. Y 6) El Instituto para el Desarrollo Internacional de la Universidad de Harvard (HIID) representado por Fernando Reimers, explana la importancia de la participación y la metodología recomendada por el HIID, bajo los siguientes presupuestos: inclusión de grupos para el cambio educativo, utilización del enfoque participativo y, visión compartida de los problemas educativos.
miércoles, 21 de noviembre de 2018
Dewey, John (Estados Unidos, 1859-1952)
Dewey, John (Estados Unidos, 1859-1952). Es el máximo teórico de la escuela activa y progresista, del learning by doing (aprender haciendo). Su orientación fue más que un sistema pedagógico; implicó toda una concepción de vida en Estados Unidos y una práctica de valores circunscrita en estos términos. En 1897, en su gran obra “Mi Credo Pedagógico” pretendió clarificar la nueva finalidad de la escuela, cuya base es la moral: fin social, fuerza social, interés social… “La escuela es antes que todo una institución social…, vida social simplificada. La educación es el método fundamental del progreso y de la acción social. La escuela es el instrumento esencial y más eficaz de progreso y de reforma social”. El contexto en que se desarrolla la idea pedagógica de J. Dewey radica en el traspaso de la sociedad agrícola a la sociedad industrial y, es precisamente esta condición, donde ubica todo el proceso pedagógico, que más tarde sería una auténtica vida democrática, tal como la concebía el autor. Su énfasis en esta concepción, lo llevó a plantear que la escuela implica acción, trabajo y fatiga en la que tiene lugar la actividad educativa, que desde ya, debe ser actividad técnica y que se extiende hasta la comprensión de una fábrica. En este sentido, creó un sistema educativo, vinculado a las experiencias concretas del trabajo. Influenciado por la filosofía de Charles Peirse (1839-1914) y William James (1842-1910), logró definir en muchas de sus obras, la concepción del pragmatismo educativo. Sus obras más relevantes “La escuela y la sociedad” (1899), “La escuela y el niño” (1902), “La escuela del futuro” (1915), “Cómo pensamos nosotros” (1910), “El interés y la coerción” (1913), critican fuertemente a la vieja escuela por desconocer al niño o niña, por la indiferencia hacia sus intereses, por su alejamiento de la vida, la ineficiencia del proceso de enseñanza, etcétera. “Cuando criticaba los vicios de la escuela concentraba su atención en una serie de problemas pedagógicos importantes: vinculación de la escuela a la vida, desarrollo de la actividad de los y las niños(as) en el proceso del estudio, la enseñanza educacional, entre otros”. La verdadera educación –escribía Dewey- consiste en un proceso de adaptación del individuo, una reorganización de la experiencia. El aprendizaje, según él, no es ningún objetivo, sino el resultado y el premio por la acción con el objeto. Siguiendo la concepción educativa de Rousseau, planteó que el contenido de la asignatura lo determina el niño o niña y, por tanto, la enseñanza tiene como objetivo colocar sus intereses y sus necesidades como base del acto de educar. En este sentido, la asimilación de los conocimientos queda superpuesta por la acción más que por el conocimiento acumulado por la humanidad. El principio básico del pragmatismo es el aprender haciendo, en el que se cumple: sentir una necesidad; análisis de la dificultad; proposición de soluciones alternativas; experimentación mental hasta seleccionar una, y puesta en práctica de la solución propuesta. Básicamente el aprender haciendo tiene como finalidad utilizar íntegramente las capacidades de las personas para que puedan ser incorporadas a la vida social; o sea, cuando el alumno o alumna genera una acción con el único propósito de dar respuestas a sus problemas, entonces puede operar el aprender haciendo y, se cumple, con la noción de hacer realidad el pensamiento pragmático. Aunque situó con sabiduría el lugar de la teoría pragmática en la vida escolar de los Estados Unidos, dispuso de ciertas ideas para salvar al país de la división de clases. Para ello, escribió otra obra cuyo contenido estaba planteado en la conciliación. La obra, donde sintetizó tal concepción la llamó “Paz de clases”, en la que figura la idea que la escuela de los hijos e hijas de los y las pobres deben cambiar el contenido y los métodos de enseñanza. Rechaza la necesidad de tener cualquier objetivo general y externo de la educación y, por tanto, debe ser concebida como crecimiento y no estar subordinado a ningún propósito. Louis Not (2000) argumenta que Dewey ubica los actos de la vida cotidiana en el origen del desarrollo cognoscitivo y por ende pide una escuela que reproduzca, en cuanto sea posible, las condiciones de vida tal como son el medio concreto del niño o niña. Las etapas para la resolución de problemas trascurre por varias fases: la primera corresponde a la experiencia cotidiana, donde el medio ejerce su acción y el individuo reacciona para adaptarse. La segunda fase está referida por la interrupción de la actividad y la toma de conciencia de estas dificultades; la tercera es una inspección de los datos de que dispone y sobre todo de las experiencias pasadas; el cuarto es la formulación de la hipótesis y; el cinco, corresponde a la puesta a prueba de los hechos a partir de la hipótesis planteada. Estas fases forman parte de un interesante proyecto y, es determinante plantear que este sistema, representa en la actualidad como la pedagogía que mayor ha explicado la realidad escolar, a partir de las experiencias renovadas de las últimas décadas.
viernes, 16 de noviembre de 2018
Deserción escolar
Deserción escolar La deserción escolar es el acto deliberado o forzado mediante el cual un niño (a) deja su aula o centro escolar; este abandono tiene a la base múltiples causas, entre ellos: bajos ingresos económicos, pobreza, difícil acceso a la escuela o largas distancia entre las comunidades y las escuelas, ruralidad, embarazo precoz, trabajo infantil, violencia, delincuencia, guerras, entre otros. La deserción escolar es uno de los principales fenómenos críticos de los sistemas educativos que se despliega y amplía al inicio del siglo XXI; en la actualidad, nueve de establecen relaciones interpersonales entre los miembros de la comunidad educativa, se dan creencias y supuestos, se generan una serie de procesos organizativos y procesos de construcción social y de interacción constantes, se establecen componentes y valores políticos, no hay objetivos claros sino que se está en presencia de una gran ambigüedad de metas, y la estructura organizativa no siempre es estable y sólida sino que se presenta como un acoplamiento débil (Weick, 1976). Por ello, fundamentalmente, los centros educativos han de ser analizados en el contexto de su cultura organizativa y profesional. La formación en centros permite este análisis, en cuanto significa realizar una capacitación desde dentro. Es la interiorización del proceso de capacitación, con una mayor descentralización y con un control autónomo de la capacitación por el propio colectivo. Ahora bien, esta capacitación desde dentro supone también una cultura en el centro de constante indagación colaborativa y unos mínimos acuerdos para el desarrollo colectivo de la organización (Imbernón 1996). A fin de que estos propósitos se conviertan en una realidad y que cada vez sean más numerosos los docentes con este espíritu innovador, el centro educativo necesita generar una actitud investigadora, de autocontrol, de intercambio de ideas, experiencias, propuestas, proyectos, materiales, etc. Para ello hay que crear mecanismos de participación colectiva en que la investigación y el intercambio asuman el objetivo principal (apoyo colectivo, base de datos, encuentros, diseminación a través de las nuevas tecnologías…). Las experiencias innovadoras y los proyectos de innovación si no se acompañan de la discusión, el trabajo en común, la divulgación entre colegas, etc., pueden parecer islotes en medio de un océano de indiferencia. Sin embargo, para que este modelo tenga cabida hay que superar, por un lado, el tradicional funcionamiento “celularista” de los centros (individualismo, privacidad, aislamiento) y, por otro, la concepción de la capacitación como un ejercicio individual, aislado. Como dice Imbernón (1996) “la capacitación ya no debería ser una actividad aislada sino predominantemente colectiva y contextualizada y, por tanto, no puede emprenderse en los centros desde una cultura basada en el aislamiento. Por ello son necesarios los proyectos comunes y la indagación colaborativa. Proyectos que sean capaces de generar una nueva cultura de la organización y de crear las bases de lo que se ha dado en llamar cultura colaborativa”.
jueves, 15 de noviembre de 2018
jueves, 8 de noviembre de 2018
Desarrollo profesional docente
Desarrollo profesional docente Tomando como referencia las tesis de Imbernón, se ofrece un acercamiento al concepto de desarrollo profesional docente como un intento sistemático de mejorar la práctica laboral, creencias y conocimientos profesionales, con el propósito de aumentar la calidad docente, investigadora y de gestión. Este concepto incluye un diagnóstico procesual de las necesidades actuales y futuras del profesorado como miembro de un colectivo profesional, y el desarrollo de políticas, programas y actividades para la satisfacción de estas necesidades profesionales. Ahora bien, la actividad profesional del docente tiene lugar en los centros educativos como institución. Y es la institución la que debe asumir la responsabilidad del servicio educativo que ofrece a la comunidad en la que se encuentra inmersa. Por tanto, el desarrollo profesional no puede desvincularse del desarrollo institucional (o del colectivo que trabaja en un centro educativo). Esto implica que el desarrollo profesional debe incluir a los equipos de gestión, al personal no docente, y al colectivo docente bajo la perspectiva de equipo. Lo explica muy bien Stenhouse (1987) al afirmar que sin los esfuerzos del docente jamás se logrará la mejora de las escuelas, pero que los trabajos individuales son ineficaces si no están coordinados y apoyados. Se indica de este modo que la formación docente, entendida desde una perspectiva personal y aislada puede promover experiencias de innovación en la práctica profesional de algunos docentes, pero nunca servirá para la innovación institucional ni la innovación en las prácticas colectivas de los profesionales de una institución. Incluso, cabría considerar las acciones oportunas hacia los miembros de la comunidad educativa (entorno), principalmente aquellas personas que asumen la representación de la comunidad educativa.
Hablar de desarrollo profesional más allá de la formación significa, no sólo el reconocimiento del carácter profesional del ejercicio docente, sino tomar en consideración la existencia de un espacio donde se ejerce la profesión. Este espacio comprende el propio centro (institución), el entorno (comunidad) y el contexto (marco y condicionantes). Y, de acuerdo a este enfoque, implica reconocer, también, que los docentes se constituyen en verdaderos agentes sociales, que además de planificadores y gestores de los procesos de enseñanza-aprendizaje, intervienen también en los complejos sistemas que conforman la estructura social y laboral. En consonancia con lo expuesto, el desarrollo profesional docente debería contemplar, en pensamiento de Imbernón, cinco grandes ejes de actuación: a.- La reflexión práctico-teórica sobre la propia práctica, mediante el análisis de la realidad, comprensión, interpretación e intervención sobre la misma. Y, derivado de aquí, la capacidad de los docentes de generar conocimiento pedagógico mediante la práctica educativa colectiva. Se trata de docentes reflexivos e investigadores sobre su propia práctica. b.- El intercambio de experiencias entre iguales para posibilitar la actualización en todos los campos de intervención educativa y aumentar la comunicación entre el profesorado (en el contexto de un clima y cultura adecuados). c.- La unión de la formación a un proyecto de trabajo, con incidencia en el ámbito de trabajo, es decir en su praxis y en el propio centro. d.- La formación como un agente crítico, tanto en las prácticas laborales (jerarquías, sexismo, proletarización, aislamiento, individualismo, etc.), como en las prácticas sociales (exclusión, marginación, intolerancia, etc) e.- El desarrollo institucional (desarrollo del centro educativo), mediante el trabajo colaborativo para transformar esa práctica. Posibilitar el paso de la experiencia profesional aislada a la innovación institucional. Se trata de potenciar la formación en el lugar de trabajo (el centro) y con los docentes del propio centro. Esta formación supone una constante indagación colaborativa para el desarrollo de la organización, de las personas y de la comunidad que las envuelve. En la formación como factor de desarrollo profesional interactúan múltiples indicadores como son: la cultura de las instituciones educativas, la comunicación entre el profesorado, la formación inicial, la complejidad de las interacciones de la realidad, los estilos de liderazgo escolar, las relaciones y la comprensión por parte de la comunidad escolar, las relaciones y los sistemas de apoyo de la comunidad profesional. Formación en centros educativos (como enfoque de desarrollo profesional docente): la formación centrada en la institución educativa tiene sus orígenes en el movimiento llamado “Desarrollo curricular basado en la escuela”. También se le han dado otras denominaciones, como revisión basada en la escuela, formación basada en la práctica profesional, autoevaluación institucional, etc. Siguiendo la definición de sus primeros años “la formación centrada en la escuela comprende todas las estrategias que emplean conjuntamente los formadores y los profesores para dirigir los programas de formación de manera que respondan a las necesidades definidas en la escuela”. Se trata, por tanto de concebir el centro educativo como el lugar de capacitación prioritario. Sin embargo, la formación centrada en la escuela ha llegado a ser algo más que un espacio para la capacitación: se ha convertido en un nuevo enfoque para redefinir los contenidos, las estrategias, los protagonistas y los propósitos de la capacitación. El contenido de esta acción formativa se basa en la colaboración entre iguales y en una serie de presupuestos fundamentales (Imbernón, 1996): 1.- Se considera el centro educativo como foco del proceso “acción-reflexión-acción”, como unidad básica del cambio e innovación. No es lo mismo que en el centro educativo se dé una innovación a que el propio centro sea el sujeto de cambio. 2.- La posibilidad de los centros de la reconstrucción de la cultura académica como objetivo, no sólo terminal sino también de proceso, ya que el centro ha de aprender a modificar la propia realidad cultural de las escuelas. 3.- La necesidad de apostar por nuevos valores. Frente a la dependencia y la independencia, se propone la autonomía y la interdependencia; frente a la defensa profesional, la apertura profesional; frente a la atomización y el aislamiento, la comunicación; frente a la privacidad del acto educativo, proponer la publicidad de éste; frente al individualismo, la colaboración; frente a la dirección externa, la autorregulación y crítica colaborativa. 4.- La necesidad de la colaboración no como una estrategia de gestión sino como una herramienta cargada de valores e ideología que se han de confrontar. 5.- La concepción de que la formación no es una tecnología que pueda enseñarse, sino un proceso de participación, implicación, apropiación y pertenencia. 6.- El partir del respeto y del reconocimiento del poder y capacidad del profesorado para diseñar, gestionar y evaluar la formación. Según Elliott (1990) “en esta perspectiva de la formación permanente del profesorado centrada en la escuela, la mejora de la práctica profesional se basa, en último término, en la autocomprensión de los profesores sobre sus papeles y tareas en cuanto tales y no en la requerida desde un punto de vista objetivo por un sistema impersonal” Desde este enfoque, la capacitación se entiende como un proceso de autodeterminación basado en el diálogo, a medida que se implanta un tipo de comprensión compartida por los participantes, sobre las tareas profesionales y los medios para mejorarlas y no como en otros enfoques que se capacita sobre roles y funciones que se mejoran a través de normas y reglas técnicas. Sin embargo, la formación en centros contempla su máxima aplicabilidad desde la perspectiva cultural de las organizaciones educativas. Conviene tener presente que los centros educativos como organizaciones presentan aspectos multidimensionales: se establecen relaciones interpersonales entre los miembros de la comunidad educativa, se dan creencias y supuestos, se generan una serie de procesos organizativos y procesos de construcción social y de interacción constantes, se establecen componentes y valores políticos, no hay objetivos claros sino que se está en presencia de una gran ambigüedad de metas, y la estructura organizativa no siempre es estable y sólida sino que se presenta como un acoplamiento débil (Weick, 1976). Por ello, fundamentalmente, los centros educativos han de ser analizados en el contexto de su cultura organizativa y profesional. La formación en centros permite este análisis, en cuanto significa realizar una capacitación desde dentro. Es la interiorización del proceso de capacitación, con una mayor descentralización y con un control autónomo de la capacitación por el propio colectivo. Ahora bien, esta capacitación desde dentro supone también una cultura en el centro de constante indagación colaborativa y unos mínimos acuerdos para el desarrollo colectivo de la organización (Imbernón 1996). A fin de que estos propósitos se conviertan en una realidad y que cada vez sean más numerosos los docentes con este espíritu innovador, el centro educativo necesita generar una actitud investigadora, de autocontrol, de intercambio de ideas, experiencias, propuestas, proyectos, materiales, etc. Para ello hay que crear mecanismos de participación colectiva en que la investigación y el intercambio asuman el objetivo principal (apoyo colectivo, base de datos, encuentros, diseminación a través de las nuevas tecnologías…). Las experiencias innovadoras y los proyectos de innovación si no se acompañan de la discusión, el trabajo en común, la divulgación entre colegas, etc., pueden parecer islotes en medio de un océano de indiferencia. Sin embargo, para que este modelo tenga cabida hay que superar, por un lado, el tradicional funcionamiento “celularista” de los centros (individualismo, privacidad, aislamiento) y, por otro, la concepción de la capacitación como un ejercicio individual, aislado. Como dice Imbernón (1996) “la capacitación ya no debería ser una actividad aislada sino predominantemente colectiva y contextualizada y, por tanto, no puede emprenderse en los centros desde una cultura basada en el aislamiento. Por ello son necesarios los proyectos comunes y la indagación colaborativa. Proyectos que sean capaces de generar una nueva cultura de la organización y de crear las bases de lo que se ha dado en llamar cultura colaborativa”.
Desarrollo profesional docente Tomando como referencia las tesis de Imbernón, se ofrece un acercamiento al concepto de desarrollo profesional docente como un intento sistemático de mejorar la práctica laboral, creencias y conocimientos profesionales, con el propósito de aumentar la calidad docente, investigadora y de gestión. Este concepto incluye un diagnóstico procesual de las necesidades actuales y futuras del profesorado como miembro de un colectivo profesional, y el desarrollo de políticas, programas y actividades para la satisfacción de estas necesidades profesionales. Ahora bien, la actividad profesional del docente tiene lugar en los centros educativos como institución. Y es la institución la que debe asumir la responsabilidad del servicio educativo que ofrece a la comunidad en la que se encuentra inmersa. Por tanto, el desarrollo profesional no puede desvincularse del desarrollo institucional (o del colectivo que trabaja en un centro educativo). Esto implica que el desarrollo profesional debe incluir a los equipos de gestión, al personal no docente, y al colectivo docente bajo la perspectiva de equipo. Lo explica muy bien Stenhouse (1987) al afirmar que sin los esfuerzos del docente jamás se logrará la mejora de las escuelas, pero que los trabajos individuales son ineficaces si no están coordinados y apoyados. Se indica de este modo que la formación docente, entendida desde una perspectiva personal y aislada puede promover experiencias de innovación en la práctica profesional de algunos docentes, pero nunca servirá para la innovación institucional ni la innovación en las prácticas colectivas de los profesionales de una institución. Incluso, cabría considerar las acciones oportunas hacia los miembros de la comunidad educativa (entorno), principalmente aquellas personas que asumen la representación de la comunidad educativa.
Hablar de desarrollo profesional más allá de la formación significa, no sólo el reconocimiento del carácter profesional del ejercicio docente, sino tomar en consideración la existencia de un espacio donde se ejerce la profesión. Este espacio comprende el propio centro (institución), el entorno (comunidad) y el contexto (marco y condicionantes). Y, de acuerdo a este enfoque, implica reconocer, también, que los docentes se constituyen en verdaderos agentes sociales, que además de planificadores y gestores de los procesos de enseñanza-aprendizaje, intervienen también en los complejos sistemas que conforman la estructura social y laboral. En consonancia con lo expuesto, el desarrollo profesional docente debería contemplar, en pensamiento de Imbernón, cinco grandes ejes de actuación: a.- La reflexión práctico-teórica sobre la propia práctica, mediante el análisis de la realidad, comprensión, interpretación e intervención sobre la misma. Y, derivado de aquí, la capacidad de los docentes de generar conocimiento pedagógico mediante la práctica educativa colectiva. Se trata de docentes reflexivos e investigadores sobre su propia práctica. b.- El intercambio de experiencias entre iguales para posibilitar la actualización en todos los campos de intervención educativa y aumentar la comunicación entre el profesorado (en el contexto de un clima y cultura adecuados). c.- La unión de la formación a un proyecto de trabajo, con incidencia en el ámbito de trabajo, es decir en su praxis y en el propio centro. d.- La formación como un agente crítico, tanto en las prácticas laborales (jerarquías, sexismo, proletarización, aislamiento, individualismo, etc.), como en las prácticas sociales (exclusión, marginación, intolerancia, etc) e.- El desarrollo institucional (desarrollo del centro educativo), mediante el trabajo colaborativo para transformar esa práctica. Posibilitar el paso de la experiencia profesional aislada a la innovación institucional. Se trata de potenciar la formación en el lugar de trabajo (el centro) y con los docentes del propio centro. Esta formación supone una constante indagación colaborativa para el desarrollo de la organización, de las personas y de la comunidad que las envuelve. En la formación como factor de desarrollo profesional interactúan múltiples indicadores como son: la cultura de las instituciones educativas, la comunicación entre el profesorado, la formación inicial, la complejidad de las interacciones de la realidad, los estilos de liderazgo escolar, las relaciones y la comprensión por parte de la comunidad escolar, las relaciones y los sistemas de apoyo de la comunidad profesional. Formación en centros educativos (como enfoque de desarrollo profesional docente): la formación centrada en la institución educativa tiene sus orígenes en el movimiento llamado “Desarrollo curricular basado en la escuela”. También se le han dado otras denominaciones, como revisión basada en la escuela, formación basada en la práctica profesional, autoevaluación institucional, etc. Siguiendo la definición de sus primeros años “la formación centrada en la escuela comprende todas las estrategias que emplean conjuntamente los formadores y los profesores para dirigir los programas de formación de manera que respondan a las necesidades definidas en la escuela”. Se trata, por tanto de concebir el centro educativo como el lugar de capacitación prioritario. Sin embargo, la formación centrada en la escuela ha llegado a ser algo más que un espacio para la capacitación: se ha convertido en un nuevo enfoque para redefinir los contenidos, las estrategias, los protagonistas y los propósitos de la capacitación. El contenido de esta acción formativa se basa en la colaboración entre iguales y en una serie de presupuestos fundamentales (Imbernón, 1996): 1.- Se considera el centro educativo como foco del proceso “acción-reflexión-acción”, como unidad básica del cambio e innovación. No es lo mismo que en el centro educativo se dé una innovación a que el propio centro sea el sujeto de cambio. 2.- La posibilidad de los centros de la reconstrucción de la cultura académica como objetivo, no sólo terminal sino también de proceso, ya que el centro ha de aprender a modificar la propia realidad cultural de las escuelas. 3.- La necesidad de apostar por nuevos valores. Frente a la dependencia y la independencia, se propone la autonomía y la interdependencia; frente a la defensa profesional, la apertura profesional; frente a la atomización y el aislamiento, la comunicación; frente a la privacidad del acto educativo, proponer la publicidad de éste; frente al individualismo, la colaboración; frente a la dirección externa, la autorregulación y crítica colaborativa. 4.- La necesidad de la colaboración no como una estrategia de gestión sino como una herramienta cargada de valores e ideología que se han de confrontar. 5.- La concepción de que la formación no es una tecnología que pueda enseñarse, sino un proceso de participación, implicación, apropiación y pertenencia. 6.- El partir del respeto y del reconocimiento del poder y capacidad del profesorado para diseñar, gestionar y evaluar la formación. Según Elliott (1990) “en esta perspectiva de la formación permanente del profesorado centrada en la escuela, la mejora de la práctica profesional se basa, en último término, en la autocomprensión de los profesores sobre sus papeles y tareas en cuanto tales y no en la requerida desde un punto de vista objetivo por un sistema impersonal” Desde este enfoque, la capacitación se entiende como un proceso de autodeterminación basado en el diálogo, a medida que se implanta un tipo de comprensión compartida por los participantes, sobre las tareas profesionales y los medios para mejorarlas y no como en otros enfoques que se capacita sobre roles y funciones que se mejoran a través de normas y reglas técnicas. Sin embargo, la formación en centros contempla su máxima aplicabilidad desde la perspectiva cultural de las organizaciones educativas. Conviene tener presente que los centros educativos como organizaciones presentan aspectos multidimensionales: se establecen relaciones interpersonales entre los miembros de la comunidad educativa, se dan creencias y supuestos, se generan una serie de procesos organizativos y procesos de construcción social y de interacción constantes, se establecen componentes y valores políticos, no hay objetivos claros sino que se está en presencia de una gran ambigüedad de metas, y la estructura organizativa no siempre es estable y sólida sino que se presenta como un acoplamiento débil (Weick, 1976). Por ello, fundamentalmente, los centros educativos han de ser analizados en el contexto de su cultura organizativa y profesional. La formación en centros permite este análisis, en cuanto significa realizar una capacitación desde dentro. Es la interiorización del proceso de capacitación, con una mayor descentralización y con un control autónomo de la capacitación por el propio colectivo. Ahora bien, esta capacitación desde dentro supone también una cultura en el centro de constante indagación colaborativa y unos mínimos acuerdos para el desarrollo colectivo de la organización (Imbernón 1996). A fin de que estos propósitos se conviertan en una realidad y que cada vez sean más numerosos los docentes con este espíritu innovador, el centro educativo necesita generar una actitud investigadora, de autocontrol, de intercambio de ideas, experiencias, propuestas, proyectos, materiales, etc. Para ello hay que crear mecanismos de participación colectiva en que la investigación y el intercambio asuman el objetivo principal (apoyo colectivo, base de datos, encuentros, diseminación a través de las nuevas tecnologías…). Las experiencias innovadoras y los proyectos de innovación si no se acompañan de la discusión, el trabajo en común, la divulgación entre colegas, etc., pueden parecer islotes en medio de un océano de indiferencia. Sin embargo, para que este modelo tenga cabida hay que superar, por un lado, el tradicional funcionamiento “celularista” de los centros (individualismo, privacidad, aislamiento) y, por otro, la concepción de la capacitación como un ejercicio individual, aislado. Como dice Imbernón (1996) “la capacitación ya no debería ser una actividad aislada sino predominantemente colectiva y contextualizada y, por tanto, no puede emprenderse en los centros desde una cultura basada en el aislamiento. Por ello son necesarios los proyectos comunes y la indagación colaborativa. Proyectos que sean capaces de generar una nueva cultura de la organización y de crear las bases de lo que se ha dado en llamar cultura colaborativa”.
Delors, Jacque
Delors, Jacques Economista de profesión, ingresa en la Banca de París como asesor de planificación, asuntos sociales y culturales. En este tiempo también se dedicó a la docencia. A finales de la década de los años sesenta inicia su trayectoria política bajo la dirección del Primer Ministro Jacques Chaban-Delmas. En 1974 se alista en las filas del Partido Socialista francés y cinco años después es elegido eurodiputado. Bajo la presidencia de Mitterrand encabezó el Ministerio de Economía y Finanzas. En 1985 es elegido presidente de la Comisión Europea. Desde este cargo ha emprendido una labor fundamental para culminar con éxito el proyecto de la Unión Europea. Fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias en el apartado de Cooperación Internacional. En 1995 se produjo la retirada de su cargo. A nivel educativo, se le reconoce como presidente de la Comisión Internacional sobre la Educación para el siglo XXI que aportó el informe “La Educación encierra un tesoro”, el cual establece un nuevo paradigma educativo sustentado en el aprender a ser, a convivir, a saber y a hacer. A continuación los párrafos emblemáticos de dicho informe: “La educación durante toda la vida se presenta como una de las llaves de acceso al siglo XXI. Esta noción va más allá de la distinción tradicional entre educación básica y educación permanente, y responde al reto de un mundo que cambia rápidamente. Pero esta afirmación no es nueva, puesto que en anteriores informes sobre educación ya se destacaba la necesidad de volver a la escuela para poder afrontar las novedades que surgen en la vida privada y en la vida profesional. Esta necesidad persiste, incluso se ha acentuado, y la única forma de satisfacerla es que todos aprendamos a aprender. Pero además surge otra obligación que, tras el profundo cambio de los marcos tradicionales de la existencia, nos exige comprender mejor al otro, comprender mejor el mundo. Exigencias de entendimiento mutuo, de diálogo pacífico y, por qué no, de armonía, aquello de lo cual, precisamente, más carece nuestra sociedad. Esta posición lleva a la Comisión a insistir especialmente en uno de los cuatro pilares presentados e ilustrados como las bases de la educación. Se trata de aprender a vivir juntos conociendo mejor a los demás, su historia, sus tradiciones y su espiritualidad y, a partir de ahí, crear un espíritu nuevo que impulse la realización de proyectos comunes o la solución inteligente y pacífica de los inevitables conflictos, gracias justamente a esta comprensión de que las relaciones de interdependencia son cada vez mayores y a un análisis compartido de los riesgos y retos del futuro. Una utopía, pensarán, pero una utopía necesaria, una utopía esencial para salir del peligroso ciclo alimentado por el cinismo o la resignación. En efecto, la Comisión piensa en una educación que genere y sea la base de este espíritu nuevo, lo que no quiere decir que haya descuidado los otros tres pilares de la educación que, de alguna forma, proporcionan los elementos básicos para aprender a vivir juntos. Lo primero, aprender a conocer. Pero, teniendo en cuenta los rápidos cambios derivados de los avances de la ciencia y las nuevas formas de la actividad económica y social, conviene compaginar una cultura general suficientemente amplia con la posibilidad de estudiar a fondo un número reducido de materias. Esta cultura general sirve de pasaporte para una educación permanente, en la medida en que supone un aliciente y sienta además las bases para aprender durante toda la vida. También, aprender a hacer. Conviene no limitarse a conseguir el aprendizaje de un oficio y, en un sentido más amplio, adquirir una competencia que permita hacer frente a numerosas situaciones, algunas imprevisibles, y que facilite el trabajo en equipo, dimensión demasiado olvidada en los métodos de enseñanza actuales. En numerosos casos esta competencia y estas calificaciones se hacen más accesibles si los estudiantes cuentan con la posibilidad de evaluarse y de enriquecerse participando en actividades profesionales o sociales de forma paralela a sus estudios, lo que justifica el lugar más relevante que deberían ocupar las distintas posibilidades de alternancia entre la escuela y el trabajo. Por último, y sobre todo, aprender a ser. Este era el tema dominante del informe Edgar Faure publicado en 1972 bajo los auspicios de la UNESCO. Sus recomendaciones conservan una gran actualidad, puesto que el siglo XXI nos exigirá una mayor autonomía y capacidad de juicio junto con el fortalecimiento de la responsabilidad personal en la realización del destino colectivo. Y también, por otra obligación destacada por este informe, no dejar sin explorar ninguno de los talentos que, como tesoros, están enterrados en el fondo de cada persona.Se cita, sin ser exhaustivo, la memoria, el raciocinio, la imaginación, las aptitudes físicas, el sentido de la estética, la facilidad para comunicar con los demás, el carisma natural del dirigente, etc. Todo ello viene a confirmar la necesidad de comprenderse mejor a uno mismo.”
lunes, 5 de noviembre de 2018
La danza del comanche
“La danza del comanche”, personaje que viene del inframundo para poner en orden a las almas malignas o que salen del buen camino.
Misticismo y tradición representa “La danza del comanche”, baile sobre un personaje mitológico que controla la representación maligna y convive con aquellas ánimas que llegan al mundo terrenal con permiso de Dios, según cuenta la tradición oral. “La danza del comanche” es tradicional porque es la mítica lucha entre el bien y el mal, y es considerada como “el ritual del vencimiento”.Cada comanche tiene compromiso de caracterizarse durante siete años que vienen con el permiso de Dios, hay burla hacia el mal y los comanches refuerzan y defienden los espíritus que llegan a la vida terrenal.
domingo, 4 de noviembre de 2018
miércoles, 31 de octubre de 2018
martes, 30 de octubre de 2018
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